Sangre de nuestra sangre
Carlos
Penalillo Pimentel
No se trata de un tema relacionado a mi profesión ni de
fomentar la donación voluntaria de sangre que con terca insistencia lo
seguiremos haciendo. Se trata de algo sublime, algo indescriptible, una bendición
pequeñita que llena e ilumina nuestro hogar.
Los
amigos y familiares mayores que mi esposa y yo nos habían adelantado vivencias
y experiencias. Nos decían que no podían explicar con palabras los sentimientos
que albergaban. “Ni se imaginan lo que van a sentir”, “Es totalmente distinto a
lo que ya han pasado como padres”, “Cualquier babero les resultará chico” y
tantas otras expresiones que nos hacían esperar con mayores ansias aquel
momento que llegó a finales de Mayo.
El
tiempo avanza inexorablemente y las etapas de la vida siguen su cauce normal,
aunque a veces el río aumenta su caudal y llegamos más rápido a puertos más
lejanos. Con la fe cristiana que marca nuestras vidas debemos colegir que
definitivamente Dios sabe lo que hace.
La
mente nos hace retroceder y pensamos en nuestros padres y abuelos y en como
ellos se desempeñaron en la misma situación que nos toca vivir. De lejos mi
suegro Enrique se ganaba rápidamente el cariño y la atención de aquellos nuevos
integrantes de la familia. A mi padre le toco vivir experiencias alegres y muy
tristes que en silencio soportaba por razones absurdas de nuestra existencia,
pero, como no volver a escucharlo cuando nos decía “Que Dios me de vida para
llegar a ver a mi nieta cumplir sus 15 años”, luego dijo… a los 18 y lo logro,
convirtiéndose en nuestro ángel protector 3 meses después.
Efectivamente
resulta difícil expresar en palabras lo que se siente, es una renovación de fe
y espíritu, un motivo más de agradecimiento diario a Dios por lo recibido. Somos
conscientes que las circunstancias
futuras probablemente nos separe, en tanto, seguirá siendo un motivo importante
de vivir, una razón más para nuestra existencia y el complemento de lo que
significa ser feliz.
Alguna
vez leí que para uno saber si ha sido un buen padre, se debe esperar a ser
abuelo y ver en los nietos lo que se les enseño a los hijos, principalmente en
valores y virtudes. No existe escuela para padres ni escuela para abuelos, ni
leyes ni reglamentos ni normas, solo la palabra de nuestro Señor Jesús que nos
orienta y alumbra el camino de nuestra existencia en cada momento y etapa que
nos toca vivir y solo queda agradecerle infinitamente por todos los
sentimientos que genera en nuestro ser. Esa sonrrisita al verme que encuentro a
diario al llegar a casa invade toda mi alma y me derrite todo el corazón.