domingo, 2 de noviembre de 2014

Sangre de nuestra sangre
Carlos Penalillo Pimentel

No se trata de un tema relacionado a mi profesión ni de fomentar la donación voluntaria de sangre que con terca insistencia lo seguiremos haciendo. Se trata de algo sublime, algo indescriptible, una bendición pequeñita que llena e ilumina nuestro hogar.

Los amigos y familiares mayores que mi esposa y yo nos habían adelantado vivencias y experiencias. Nos decían que no podían explicar con palabras los sentimientos que albergaban. “Ni se imaginan lo que van a sentir”, “Es totalmente distinto a lo que ya han pasado como padres”, “Cualquier babero les resultará chico” y tantas otras expresiones que nos hacían esperar con mayores ansias aquel momento que llegó a finales de Mayo.

El tiempo avanza inexorablemente y las etapas de la vida siguen su cauce normal, aunque a veces el río aumenta su caudal y llegamos más rápido a puertos más lejanos. Con la fe cristiana que marca nuestras vidas debemos colegir que definitivamente Dios sabe lo que hace.

La mente nos hace retroceder y pensamos en nuestros padres y abuelos y en como ellos se desempeñaron en la misma situación que nos toca vivir. De lejos mi suegro Enrique se ganaba rápidamente el cariño y la atención de aquellos nuevos integrantes de la familia. A mi padre le toco vivir experiencias alegres y muy tristes que en silencio soportaba por razones absurdas de nuestra existencia, pero, como no volver a escucharlo cuando nos decía “Que Dios me de vida para llegar a ver a mi nieta cumplir sus 15 años”, luego dijo… a los 18 y lo logro, convirtiéndose en nuestro ángel protector 3 meses después.

Efectivamente resulta difícil expresar en palabras lo que se siente, es una renovación de fe y espíritu, un motivo más de agradecimiento diario a Dios por lo recibido. Somos conscientes  que las circunstancias futuras probablemente nos separe, en tanto, seguirá siendo un motivo importante de vivir, una razón más para nuestra existencia y el complemento de lo que significa ser feliz.

Alguna vez leí que para uno saber si ha sido un buen padre, se debe esperar a ser abuelo y ver en los nietos lo que se les enseño a los hijos, principalmente en valores y virtudes. No existe escuela para padres ni escuela para abuelos, ni leyes ni reglamentos ni normas, solo la palabra de nuestro Señor Jesús que nos orienta y alumbra el camino de nuestra existencia en cada momento y etapa que nos toca vivir y solo queda agradecerle infinitamente por todos los sentimientos que genera en nuestro ser. Esa sonrrisita al verme que encuentro a diario al llegar a casa invade toda mi alma y me derrite todo el corazón.




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