Te invito a mi cumpleaños, lleva algo
para compartir
Carlos Penalillo Pimentel
“La primera vez que observamos esto con mi esposa nos
quedamos absortos, esto sucedió hará unos 8 años y al parecer esta increíble
costumbre se ha masificado”
Tendría que consultarle a mi buen amigo y compañero Wilfredo
Pérez Ruiz, experto en etiqueta social, marketing personal y buenas costumbres
si estamos “quedados” en el tiempo o ya ha sido establecido dentro de la
sociedad estas nuevas formas de celebrar cumpleaños, cosa que con toda
seguridad en nuestra casa nunca lo haremos.
Los recuerdos nos llevan a la niñez donde todos los
cumpleaños celebrados en casa se constituían en episodios alegres y de
preparación previa: invitaciones formales, limpieza a fondo de la casa, si había
que pintarla lo hacíamos, en caso de mis padres, preparábamos una buena cena, comprábamos
buen licor y conseguíamos buena música, la cual también era siempre matizada
con los “pregones limeños” que mi papá nos cantaba. En caso de nosotros se
preparaba la torta en la casa, bocaditos, entremeses, gelatina, canchita,
chicha morada, etc. Todo en la mesa principal a la espera de los invitados, los
cuales, salvo algunas excepciones, llegaban con el regalito para el cumpleañero.
La felicidad del momento no solo radicaba en celebrar un año
más de vida, sino el agradar a los asistentes con lo mejor que podríamos
ofrecerles por su cariño fraterno, asistencia y participación.
Otros eventos familiares en casa eran los que organizábamos
con motivos variopintos, por ejemplo fiestas patrias, un clásico U – Alianza,
la clasificación de Perú al mundial (lo viví 3 veces), ascensos, carnavales y
otros tantos donde el motivo era común entre los invitados y en esos casos si
se les solicitaba las famosas “viandas” que consistía en llevar a la reunión
platos fríos o calientes que previamente se acordaba para no repetirlos, refrescos y trago. Así
empezaba la fiesta a todo dar.
Ni en las peores crisis económicas que nos toco vivir, las
del dictador Velasco, los aciagos años del terrorismo y en pleno fujichock
recurrimos a pedir para celebrar lo nuestro, preferíamos mil veces no hacer
nada y quedarnos solo los integrantes de la familia con algo muy franciscano.
También hay de los que organizan sus cumpleaños en buenos
restaurantes, pero los invitados hacen su “chanchita” para pagar toda la
cuenta, incluyendo obviamente la del que invitó.
La verdad no alcanzo a comprender estos cambios sociales ni
en qué momento de la historia limeña se produjeron, quizás nos estamos
volviendo personas raras y ridículas o simplemente el “chip” actual de los
jóvenes sea así. Lo que sí estamos convencidos que en nuestro caso, con toda
seguridad no sucederá.
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