IN MEMORIAM
Mami Sari
Los recuerdos se convierten en
imperecederos cuando vienen cargados de amor, cariño, gratitud y nostalgia.
Conocí a mami Sari, allá por
el año 1987, siendo la futura suegra de mi hermano Javier, asistimos a la
pedida de mano de mi cuñada Mariela en la ciudad de Trujillo, meses después
ingreso a trabajar al Hospital Rebagliati. El 5 de diciembre del mismo año
fuimos al matrimonio en Chiclayo, éramos ya casi familia, había más confianza
con sus demás hijos y principalmente con papi Carlos, con quién tuve un mayor
acercamiento al solicitarle algunos consejos de vida.
En éstos 38 años de conocernos
tuvimos innumerables comunicaciones, al inicio manifestando preocupaciones por
sus hijos menores o por algún tema médico que me consultaba por su familia o su
entorno. Desde que conoció a mi esposa Leydi, no tuvo más que expresiones de
cariño hacia ella, eso se constituyó para mí en el primer agradecimiento
eterno, en la lista que continuó con mi hija Carla Lucía a quien la llamaba “mi
Carlita”, como olvidar esas demostraciones de afecto, luego vino “mi Enriquito”
y desde hace 10 años “mi Lunita”. Ellos también fueron para mami Sari sus
nietos y bisnietos.
No olvidaré jamás los
chinguiritos que me preparaba cada vez que íbamos a Chiclayo, además del seco
con cabrito o arroz con pato que papi Carlos se esmeraba en cocinarnos. Fueron
muchísimos los detalles que tuvieron con mi familia, Leydi, Carla, Enrique y
Luna estaremos de por vida agradecidos.
No puedo dejar de mencionar a
mi querido compadre José Chauca que en nuestro nombre pudo ayudarlos en sus
atenciones hospitalarias, con ese gesto de servicio que siempre lo caracteriza.
Estuvimos muy pendientes por
su salud éstos últimos meses, pidiendo y orando por su recuperación. Observando
las analíticas que me enviaba Mariela, sugiriendo algunas intervenciones de ser
necesarias. Llegaron nuestras vacaciones de abril y definitivamente teníamos
que programarnos visitarla, así fue que el lunes 14 llegamos a Chiclayo, la
fuimos a ver inmediatamente, le expresamos nuestro cariño y profundo
agradecimiento, éramos conscientes y evidenciamos que podía escucharnos, movía
sus ojos y deslizó unas lágrimas en nuestra presencia, agarró con su manito el
escapulario bendecido que le trajimos de la Basílica de Nuestra Virgencita de
Guadalupe, jamás lo soltó, hasta su último respiro.
Estamos convencidos por
nuestra fe católica en la vida eterna, en el siguiente plano espiritual donde
ya se encuentra mami Sari, llevada hacia Nuestro Señor Jesucristo por Nuestra
Santa Madre María. Está descansando en paz en un ambiente de amor infinito al
lado de sus seres más queridos, donde algún día nos encontraremos.