GRACIAS
VIRGENCITA DE GUADALUPE
Domingo
16 de febrero de 2025
Testimonio
de Carlos Enrique Penalillo
Como cada domingo, siguiendo los
preceptos de la Iglesia Católica, acudo a misa de 08 horas, previamente,
sentimos la emoción que provoca en nuestras almas la adoración al Santísimo.
Días antes tuve un supuesto
desbalance en mi presión arterial. Meses atrás me declararon hipertenso y
empecé a tomar enalapril de 10 mg. Aquel día, en plena jornada laboral, me
levanté del sillón que está en el área de inmunoserología y donde esperaba los
resultados de los controles que le procesaba a los reactivos. Sentí una
sensación extraña, realmente pensé que me iba a desmayar; respiré
profundamente, se me aceleró la frecuencia cardiaca hasta que pude retomar una
cierta normalidad
Acudí a los consultorios de
cardiología y no encontré en ese momento a algún médico conocido ni a la
enfermera amiga para que me tome la presión. Me dirigí a mi Servicio, área de
donantes, pero todos los cubículos de entrevistas estaban abarrotados de personas.
No me quedó otra que subir al piso de cardiología a buscar a mi amigo jefe del
Servicio, en el ascensor me volvió la terrible sensación de mareo, pensé que no
llegaba y en sentarme en las bancas al llegar. El jefe estaba de vacaciones,
pregunto por el jefe de la UCI, muy amigo y servicial también y tampoco estaba,
recordaba a Jesusito Ferreyra (QEPD) que siempre estuvo
dispuesto a ayudar en todo momento.
Mi preocupación aumentaba, en la zona
de médicos observé un grupo de residentes y un médico asistente, joven y
desconocido, me dirigí a él y le dije de frente que no me sentía bien y le
relaté brevemente lo que me había pasado. Me atendió cordialmente y me llevó al
cuarto de exámenes y me tomó la presión arterial, 140/80, me auscultó el
corazón, las arterias y deslizó una preocupación por la resistencia que
percibía al tacto. Le comenté sobre mi score calcio altísimo y dedujo que esa
era la causa. Sabiamente me mandó reposo por dos horas y efectivamente me fui
estabilizando
Había pasado algo más de una hora
desde que me empecé a sentir mal. Muchas cosas se me vinieron a la cabeza, no
sabía si comunicarme con mi esposa y mis hijos. Recordé el libro de Elmer
Huertas “El buen morir”, donde un capítulo lo reserva para dejar todo bien
claro: detalles bancarios, fondos de fallecimientos, beneficios de los
sindicatos, bienestar social, colegio profesional, seguros de vida y tantas
cosas que uno debería dejar detallado para evitar conflictos y ataduras a tu
familia.
Dejé de tomar enalapril, pensando que
era la causa principal de mi desbalance. Me fui controlando la presión y se
encontraba normal 120/80, llegó el domingo, me alisté para ir a misa, como
siempre diez minutos antes de las 08 horas para adorar al Santísimo antes de
iniciar la Eucaristía. Ese domingo le correspondió al Padre Marco quien siempre
detalla y explica con más profundidad conceptos teóricos sobre encíclicas y
protocolos propios de la misa, lo que lo hace alargar sus intervenciones.
Al iniciarse la Liturgia de la
Palabra me empezó, nuevamente, el cuadro que sentí en mi trabajo, intenté
calmarme y realizar ejercicios de respiración profunda, sin resultado alguno.
Cuando inicia la Liturgia Eucarística me sostenía con mucha dificultad de pie.
Logré soportarlo pero, sentía, además, que retumbaba mis palabras en los oídos;
me palpé el pulso y estaba acelerado, tuve que sentarme y echarme aire con mi
gorro, no me pasaba, soporté hasta el Rito de Comunión con demasiada
dificultad, empezaron las palpitaciones, mi corazón salía de mi pecho, así
recibí la hostia y me dirigí con respiración acelerada hacia la imagen de la
Virgen de Guadalupe, donde siempre voy después de la comunión a rezarle y
pedirle por tantas personas necesitadas, por aquellas personas cercanas que me
hacen daño, por mi familia. Ese domingo fui directamente a pedirle por mí y
ocurrió el milagro, me agaché ante su presencia y DESAPARECIERON todos mis
síntomas; increíblemente sentí su intervención. Le agradecí con toda mi alma, le
pedí que me ayude a superar esos cuadros de angustia y pánico que no he vuelto
a sentir.
Al salir de la misa llamé a mi
querida hermana Elsa para comentarle lo ocurrido. Al llegar a casa le cuento
emocionado a mi esposa lo que había vivido y, especialmente, mi enorme júbilo
por haber sido tocado por la mano de Nuestra Santa Madre María.